Figuras Ocultas es una película del año 2017 dirigida por Theodore Melfi que narra la historia de tres brillantes mujeres científicas afroamericanas que trabajaron en la NASA a comienzos de los años sesenta en plena carrera espacial con la URSS y con la lucha por los derechos civiles de los negros estadounidenses en pleno apogeo.

La película me encantó tanto por la historia (imagino que tan desconocida para mí y para la gran mayoría) como por las interpretaciones de los actores.

Es una película que, a mi juicio, contiene innumerables mensajes y me gustaría señalar algunos que creo nos podrían venir muy bien en el mundo que vivimos y pensando en nuestra vida profesional.

Hay dos reflexiones en la película, realizadas por dos personajes distintos, que pueden ayudar en un mundo como el de hoy lleno de “amenazas” y aparentemente sin casi “oportunidades” por utilizar la terminología propia del DAFO. Basta con pensar en realidades como la digitalización, el big data, la IA, el IoT, el blockchain, bitcoin, etc. Realidades todas ellas que están transformando el mundo en el que vivimos.

En medio de lo que supone el proyecto de la carrera espacial y el salto que todo eso suponía desde un punto de vista cultural, de trabajo, de proyecto, de realidad inimaginable solo unos pocos años antes, uno de los personajes plantea la necesidad de “mirar más allá” y no porque sea fácil sino porque es difícil. Y mientas la película se centra en los esfuerzos por sacar a un hombre al espacio y volverlo a traer vivo, éste personaje está ya pensando en viajar a la luna. En otro momento de la película pedirá a su equipo que sea capaz de mirar más allá de los números, que observen a través de ellos; que busquen respuestas a cálculos que aún no existen, a preguntas que aún no han sido formuladas. Lo contrario será no ir a ninguna parte. Y todo ello  porque están viviendo “lo imposible”, viajar al espacio.

Otro de los personajes, ante la llegada de una tecnología como la que representa el IBM 7090 que la NASA tiene previsto utilizar para realizar cálculos y el riesgo que eso supone para todas las mujeres que trabajan allí como “calculadoras”, manifestará que “tendremos que saberlo programar o si no, nos quedaremos sin trabajo”. Y seguirá afirmando que “habrá que aprender  porque antes o después algún ser humano tendrá que apretar los botones”

Toda esa realidad que la película pone delante de nuestros ojos, me recuerda mucho a la que realidad que vivimos hoy. En cierto modo, también estamos “viviendo lo imposible”. Una revolución en la forma de pensar, trabajar, en la cultura, en el modo de ver el mundo, en la manera en la que podemos actuar en él. Y en el medio de esa realidad vemos y escuchamos de forma permanente el perfil “amenazador” de la misma, aumentado por tantas y tantas voces que se focalizan en la amenaza. Y creo que necesitamos  voces que nos animen a mirar más allá, a ver a través de lo que hoy tenemos a nuestra disposición, que nos animen a que construyamos respuestas a preguntas que aún no han sido formuladas. Necesitamos voces que nos animen a aprender porque las máquinas siempre necesitarán un humano que apriete el botón. Necesitamos una frescura en el liderazgo (con perdón) que hoy no tenemos.

Termino. Tal vez debiéramos darnos la oportunidad de ejercer ese liderazgo sobre nosotros mismos. Tal vez no debamos esperar a que llegue alguien que nos diga que estamos viviendo lo imposible. Quizás debiéramos, por nosotros mismos y sin esperar a nadie, mirar más allá y aprender qué botón es el que tenemos que apretar. La otra opción será no ir a ninguna parte, será perder algo que forma parte de la esencia del ser humano: el trabajo.

Y todo este reto no es fácil sino que es difícil. Siempre será difícil y quien nos diga lo contrario nos estará mintiendo.